Despierta con un gong. El corazón se le acelera. Saca un pétalo de un dedo y canta desafinadamente una escala de do a a sí. El pétalo tiembla. Ella se cansó de acurrucarse en las palabras y vuelve a pronunciar solo sonidos y notas porque sí.
Ya no se llena de miedo pero duda si podrá levantarse, entonces, canta. Talita cumi, recuerda, luego de un nuevo gong. En el pecho tiene una flor. Todo se vuelve azul libertad. En el pecho tiene otra flor. Se pinta los labios. Ya no se llena de apariencia, no se llena de nada. En el pecho aparece una tercera flor, y suenan cinco tambores en simultáneo. Se suelta el pelo. Se abre al mundo. ¡Estar es una experiencia tan extraordinaria! No miente ni espera y si los pétalos se le caen de su piel, sabe seguir cantando. Hay que tener cuidado de que la melancolía no la atrape, se cuida minuciosamente para no distraerse. Levántate y anda y ella sonríe. Estar fuera del tiempo es una virtud permanente, consiste en toda una renuncia biológica. Sin dudarlo ahora, se pone un sombrero y se va.